jueves, 14 de noviembre de 2013

La modernidad de la Numancia


Jesús G. Maestro, Calipso eclipsada. El teatro de Cervantes más allá del Siglo de Oro, Madrid, Verbum, 2013.
ISBN 978-84-7962-899-4.
Información de la editorial Verbum.


Avanza Jesús G. Maestro en este nuevo volumen que el teatro de Cervantes adquiere su indudable perspectiva de modernidad cuando se le saca de las casillas habituales –en las que nunca entró– para ponerlo más bien en su verdadero contexto europeo: el descenso a los infiernos de Dante, la bufonada liminar de El rey Lear, la burla de beatos y biempensantes de Molière.
Es efectivamente Cervantes un clásico contra los clásicos, que hace fluidos a sus personajes, distintos pues de ‘su’ destino, modernos, montados en la nada de un pathos que les es externo: “… el único delito de los numantinos radica en su propia existencia…”.
¿Cuál es la clave esencial de esa tragedia cervantina, su legado para nuestra propia (post)modernidad? El ensayo de Maestro apunta como primera respuesta a la secularización, es decir, algo que no tiene nada que ver con la moralización de la tragedia española de finales del XVI (senequista, italianizante), sobrecargada de horrores y de reyes tiranos, pero carente de vida popular.
La tragedia cervantina expulsa a los dioses de la acción, en un mundo donde todo se vuelve humano y donde solo el tiempo-historia trasciende los hechos y les da un posible (sin)sentido, pero tan provisional, tan relativo…
Cervantes y Shakespeare. ¿Qué les une? Su interés por revelar el revés de la máquina teatral, es decir, por hacer metateatro. ¿Por qué lo hacen ambos? Es el ‘pliegue’ de Deleuze que acecha el theatrum mundi barroco… y a nosotros mismos en nuestra postmodernidad: eso es lo que hace a Cervantes y a Shakespeare nuestros contemporáneos. ¿Más que a Lope? Sí, en la medida que la afirmación del personajes frente a la norma/la trascendencia no es tan radical en la Comedia Nueva como en el caso de Cervantes.
Particularmente sabroso el apartado de Maestro sobre literatura y religión: los dioses “no entienden, diríamos, de epistemología, solo de ética”. Lo propio de los dioses es efectivamente mostrar poder, pero luego no saben aprovechar la imagen en buenos textos: para eso necesitan a los pobres diablos de los humanos para que lo cuenten. Los dioses viven en la literatura y de la literatura, un medio que sin embargo les es extraño.
Pero la tragedia que ensalzaba a los dioses está cambiando con Cervantes, Shakespeare y Milton: los dioses dejan ahora de matar, justificar la muerte o autorizarla. La metafísica se hace historia. Ahora son simples romanos y numantinos los que se encargan de esos asuntos, incluido el hecho límite –bastante inefable hasta ahora– de suicidarse.
Boutade que quizá no lo sea tanto al hilo de la lectura de Maestro: ¿Había leído Cervantes a Nietzsche? Porque la de Cervantes es la tragedia deicida, no porque se mate en ella a los dioses, sino porque estos se han ido. Los hombres además saben, conocen la catástrofe a la que se dirigen, pero deciden seguir adelante. Todo ocurre en un mundo caótico y absurdo de palabras sueltas que ruedan en el vacío: el mundo de Vladimir y Estragon. Y esa es la segunda lección de Maestro, tras poner a Cervantes en relación con sus contemporáneos europeos: avanzar una lectura del teatro cervantino en feed-back con las líneas más rompedoras que han construido el teatro (la tragedia) del siglo XX, de La casa de Bernarda Alba a Brecht, a Pirandello. Es ahí donde se ajusta por fin la óptica que permite considerar hoy el teatro de Cervantes. La reflexión fílmica debería concurrir igualmente, pero esa es ya otra entrega futurible.
Bravo, Jesús G. Maestro, sobre todo por la perspectiva de lectura abierta, trasversal, europea, modernísima, en la que la obra de Cervantes gana su verdadero relieve para el lector de hoy, que es un lector por el que vale la pena luchar.